No se cansará de esperarte, aquel que no se canse de mirarte.

martes, 7 de febrero de 2012

Disfrutando de la Vida


Un aislamiento relativo. La distancia. Un clima mucho más benigno y una sociedad mucho más distendida. Estoy comiendo en una terracita. Disfrutando de uno de los pocos momentos en los que el viento no lo llena todo con su polvo rojizo. Me dejo llevar relajado a ningún sitio más que mi silla. En occidente tendemos a complicarnos la vida. A darle demasiada importancia a asuntos triviales o graves, olvidándonos de las pequeñas delicias que nos proporcionan placer. Comer tranquilamente bajo el sol. Pasear solo o acompañado por una calle atestada de gentes extrañas. Relajarte a la sombra disfrutando de la brisa junto al río y observando a las personas en sus quehaceres diarios.

El estrés, tan necesario para sobrevivir y tan dañino cuando nos supera. La ansiedad. Querer abarcar más de lo imprescindible. Nos complicarnos la vida, solos. Colmamos de obligaciones nuestro día a día. No nos dejamos tiempo para nosotros mismos. Es el mal de la sociedad actual. Una sociedad corroída por todo tipo de trastornos mentales encabezados por la lacra de la depresión y en donde la felicidad se reparte con cuentagotas. Demasiado ocupados por vivir, nos olvidamos de disfrutar de la vida.

La vida es muy corta, probablemente un tercio de la misma lo haya gastado ya. Y el tiempo es lo más valioso que tenemos. Lo único que no podemos guardar para gastar después, ni comprar ni vender. Solo nos queda aprovecharlo. Pero para ello no es necesario correr. No se trata de acumular vivencias como quien se va de viaje y solo vuelve con un montón de fotos. Se trata de disfrutar del viaje, de cada momento al igual que lo hace un grupo de niños que, nadando en el río son ajenos a los muchos problemas que, desde el punto de vista occidental, les acechan en este país perdido de la mano de Dios.