No se cansará de esperarte, aquel que no se canse de mirarte.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Insomnio


Nunca he disfrutado de un sueño apacible en cama extraña. En breve espero se me haga familiar, aunque solamente sea para un par de semanas. El agotamiento es tal, que me es imposible conciliar el sueño. Por eso, una noche más bajo para tratar de escribir algo en este desvencijado ordenador. Desgraciadamente no me salen las palabras. Por ello, os dejo una canción que siempre me ha gustado mucho y que hoy guarda un significado muy especial. Espero que la disfrutéis.



Esta flor, que para los griegos significaba el triunfo después de haber luchado incansablemente contra el fracaso. Una flor que crece desde el fondo de los estanques, en medio del fango, para abrirse camino hacia lo más alto donde florece durante el día. A la noche se cierra y se hunde bajo el agua para volver a alzarse y abrirse al amanecer. En oriente simboliza la pureza del corazón y la mente, la longevidad, la salud y el honor.

lunes, 19 de diciembre de 2011

El sueño de una noche de verano

Calor tórrido en mitad de la capital. Las letras se tornan palabras en una voz femenina que, insinuante promete una tregua para mi alma deshilachada. Compras de última hora para una habitación desconocida. Champaña y chocolate en una ciudad tomada por los peregrinos. Dudas, remordimientos y el peso de un anillo carente de cualquier significado. Un error y cuatro meses, para olvidar toda una vida.

Una niña ¿Tal vez no? No consciente del peligro pago y yerro. Caigo y me dejo llevar. Sin coraza y tan débil que me atraviesa sin quererlo. Letal suplicio que me alza a los cielos. Mortal dolor que me fuerza a abandonarlo todo. Una noche maldita que recuerdo y repito, y vuelvo a errar. Madrid y Cuenca, para no volver a ser yo. Similar pero extraño, mejor pero más dolorido. Menos sufrido aunque incapaz de respirar.

Una nueva vida y Bernal nacieron aquella noche, a orillas de la castellana y rumbo al norte de la capital. Ahora se repliega a invernar en el lejano sur. Al calor de nuevas gentes y en tierras extrañas, donde con el tiempo tratará de coser su corazón viejo y ajado. Olvidar lo que podría haber sido y ya nunca será: destino sabio y cruel. Navidades nostálgicas, pasajeras. Cuatro largos meses hacia atrás, y medio año por delante.

Este trovador se despide, no sabiendo si volverá o no, con una canción fiel reflejo de cómo siente una mente depresiva en una hermosa canción. Se la dedico a quien tanto bien me ha hecho. Felicidades por partida doble y gracias por estos cuatro meses. No los cambiaría ni por treinta y cuatro años de experiencias.

La música es mala y la imagen peor, pero es la única en todo You Tube que está traducida por alguien humano y no por el traductor de Google.


lunes, 12 de diciembre de 2011

Magia

Hoy he vuelto a disfrutar como un niño. He soñado como cuando era pequeño. Me he emocionado como en aquellas vísperas de Reyes. Me he asombrado como cualquier primera vez. Me he reído como no lo hacía hace tiempo. Y lo he podido compartir con una gran amiga. Con una persona con un sentido artístico y estético a la que estoy seguro que le ha impresionado aún más que a mí.

No en vano, es la tercera vez que acudo a ver un espectáculo del Circo del Sol. Saltimbanco fue el primero, Alegría mi segunda vez. Pero, no sé si serían las circunstancias, la temática o que me encuentro especialmente sensible; lo que es cierto es que Zarkana me ha impresionado como ninguno. No podía ni aplaudir, ni darme cuenta de nada de lo que sucedía fuera del escenario. El vestuario, las luces, la música, la coreografía y, sobre todo, la escenografía han hecho de este espectáculo una maravilla.

El número de la cuerda ha sido tan sensual, complejo  y hermoso, que creo que se me ha quedado grabado en la mente al igual que el precioso pelo de la chica que en él participaba. La magia de la mujer que con un puñado de arena azul me ha hechizado dibujando formas imposibles, me ha dejado con la boca abierta. Los trapecistas volando a una altura enorme y cruzándose en el cielo al ritmo de la música. Las banderas, los equilibristas, la malabarista... Todos los números han sido formidables.

Y con todo, lo mejor, como comentábamos camino al coche, con la mirada perdida, el conjunto artístico de lúces, sonido y movimiento. El esfuerzo, el talento y la confianza de quienes, durante dos horas y media, nos han hecho revivir sentimientos que, personalmente, creía haber olvidado. Un conjunto que hace de cada una de sus partes algo insignificante, siendo ya grandes de por sí.

Se supone que se trataba de un regalo, aunque ahora no sé quien era el receptor del mismo. Hoy, desde luego, sé con qué voy a soñar mientras duerma. Una guinda para una semana fantástica que no creo que pueda olvidar ya nunca.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Sorpresas en la niebla


Después de una larga noche y de un tardío despertar, echo de menos el clima disfrutado estos días en Roma. Madrid ha amanecido con la misma niebla que me encontré ayer a la salida de la cena. Con la misma niebla y con una lluvia que me trasladó a los meses en que viví en Amsterdam. Cuatro grados y humedad. Mi tobillo se lamenta y lo paga con una discreta cogera.




Si la compañía fue buena, la conversación interesante y el postre largo y espectacular; lo que no estuvo a la altura fue el local. Entre Suspiro y Suspiro pasa por haber sido uno de los mejores mexicanos de la ciudad. Antaño era un lugar de difícil acceso. Muy de moda y con unos precios un tanto elevados. Ayer, lo primero que me llamó la atención fue encontrarme, un viernes de primeros de mes, solo dos mesas ocupadas.

Nos sentaron abajo, en una coqueta mesa con dos sillones. El resto de la sala estaba vacía y decidimos desprendernos de nuestros abrigos. Posteriormente yo cometería el error de quedarme en mangas de camisa, pero son los riesgos del picante. El servicio se mostró muy educado pero bastante lento. Tardaron casi diez minutos en llevarnos las cartas y otros diez las bebidas, lo que para un local medio vacío es excesivo, y más en Madrid. Mi acompañante de entrante se decantó por unos tacos pato pastor y yo por unos cigarritos, plato fuera de carta y que me habían recomendado en ocasiones anteriores. Cuando nos preguntábamos por si se habían olvidado de nosotros, vino la camarera a informarnos de que no les quedaba mi petición, por lo que les pedí que me trajeran lo mismo que a la chica que me acompañaba.

Con los entrantes llegó otra sorpresa: el frío. Susana, muy friolera, no me dijo nada, por lo que al principio no me preocupé de la extraña sensación que me recorría los pies. Después de todo, en un par de ocasiones en Roma había sentido ese frío durante la comida. Los tacos, de pato con piña y guacamole, estaban exquisitos, con un ligero deje picante, en absoluto molesto. Tres tacos por comensal y otras dos cervecitas para bajarlos.

De plato principal pedimos pollo y cordero, con unas tortillas para hacernos tacos y poder compartir la comida. El pollo al mole estaba delicioso, sazonado con un montón de especias y con un toque de cacao que le daba un sabor muy peculiar. El cordero avándaro, mucho más contundente, pedimos que lo acompañaran de arroz en lugar de frijoles, que además de no ser mucho de nuestro agrado, eran poco propios para una cena. Raciones generosas, sin llegar al exceso. Ahora el frío era notable y, pese al jersey que me había puesto, calaba hasta los huesos.

Avisamos a la camarera, que sorprendida se limitó a decirnos que la calefacción estaba puesta. Terminamos los platos y ateridos por el frío le pedimos que cerrara la "calefacción" que el aire que entraba parecía proceder del mismísimo polo. Tras un par de minutos vino a disculparse diciendo que, efectivamente, la calefacción estaba estropeada y que estaba entrando aire de la calle. Decidimos arreglarlo pidiendo un postre caliente. Una especie de tarta de chocolate, para limar asperezas pasadas. También pedimos la cuenta, pues a quien escribe, se le estaban empezando a entumecer los dedos de las manos.

A la tercera cucharada del postre, casi me ahogo al comprobar que la cuenta que me acababan de traer estaba bien. Noventa euros, sin vino y sin segundos platos. Con un solo postre y tan solo cuatro cervezas y dos jarras de agua. El truco en los entrantes que, si bien se suponía que costaban cinco euros, esto era por unidad: cada uno de los tacos.

No es de extrañar que estuviera medio vacío. Comimos bien, pero el precio de este restaurante parece no aceptar que la situación económica no es la mejor y que gastarse dieciseis mil pesetas de las de antes en unos tacos y un par de platos bien preparados no es el mejor incentivo para atraer clientela.

El taxi a casa, otros dieciocho euros, me recordó una anécdota en un taxi romano con un olor sospechoso y pilotado por un personaje de lo más curioso. Menos mal que esta vez después se arregló una noche que terminó con una ducha a dos y un desayuno de lo más interesante.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Vuelta a casa

El frío comienza a retirarse tras una semana campando a sus anchas. El vapor impregna de vaho los cristales y el calor retorna a mi morada. Un movimiento de pierna y el agua me quema. La cabeza empapa una mullida toalla en una bañera que la espuma ya ha abandonado. En el aire bailan el olor de las sales y el humo de unas velas, arrastrando a una mente soñadora que danza al son de recuerdos olvidados.

Todo viaje termina. Los pies doloridos y el cuerpo agotado. Conforme mis músculos se destensan con el calor, mi cerebro alcanza un estado de clarividencia en el que presente, pasado y futuro se entremezclan en paisajes por descubrir, con gentes aún desconocidas y las experiencias de todos estos años. El polvo del camino se hunde. Las heridas recibidas sanan una vez limpias y la sangre se disuelve en un baño purificante. Aprendemos a cuidarnos más, a protegernos mejor, a ser más cuidadosos. Viajar ayuda a madurar. Enseña las mejores lecciones. Te vuelve más sabio. Ahora hay que dejar reposar las vivencias.

Mis galas descansan junto al lavabo. Esta noche siento nostalgia de ti, fantasma de la Ciudad Eterna. De ti, que desamparado te dejé escapar y con el que esta noche pretendo revivir una parte de mi pasado. Una mesa reservada que aún la puedo aprovechar. Si fue entonces a la salida del Real, con La Traviata como invitada, es ahora cuando le pido a mi dama de las camelias que me acoja esta noche en sus brazos y recordemos lo que una vez fue y no será, entre Suspiro y Suspiro. Mañana mis pasos me llevarán a lugares lejanos, pero hoy me debo a alguien muy especial. El timbre suena y sé que es ella, quien fue mi reina de corazones.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Adios Ríos, Adios Fontes

Dícese de la verdad que al final es amarga. Pero lo cierto es que lo único que proporciona es descanso y tranquilidad. Bruto, ¿tu también, hijo mío? La mirada desde el Palatino abre mis ojos. Mi farsa se tambalea y una vez más, defraudado por mis sueños corro a encontrarme con la mañana. Encuentro culpables que no lo son. Solo quien pretende lo que no es, puede sentirse engañado. Soñar no cuesta, pero soñar despierto es tan peligroso.

El reo cuenta los días que faltan camino del patíbulo. La sentencia es firme y el delito imperdonable. No es posible volver atrás y rehacer lo deshecho. Tres semanas. Diecinueve días. Los puntos pueden ser finales o pueden ser seguidos. A parte parece este. Deja atrás todo lo que amó por una falta del destino. Cruel hado el que le arrastró al imperdonable pecado de la desesperación.

Hoy el camino termina. Mañana construiremos uno nuevo que nos llevará hasta tierras desconocidas. La vida sigue de cualquier manera, pese a todos los que se quedan por ella. El hoy ya no existe, la lluvia se lo ha llevado y el viento que vendrá borrará los tormentos pasados. Solo queda expiar las culpas que nos atenazan.

Un saludo para quienes esperan a lo lejos. Un adiós para quienes fueron.

martes, 6 de diciembre de 2011

Ciudad Imperial

A orillas del Tíber una ciudad se extiende a mis pies. Familiar, cálida, hogareña, de gentes claras y amables; de historia viva y antigua. Media docena de veces la he visitado. Media docena de veces en más de diez años. Pero siempre vuelvo. Nunca tiré moneda en fuente alguna. Nunca pensé que fuera a ser la última vez. La eterna capital imperial me atrae a su regazo y esta vez, como buen hijo pródigo, le regalo una compañía sin igual vírgen de experiencias. Y ella me devuelve la ofrenda enseñándome por los ojos ajenos, qué sentí al verla la primera vez.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Veinte años no es nada

Veinte años justos y un día, desde que Farrokh Bulsara reconociera que llevaba cuatro años luchando contra el SIDA. Un día antes de morir, con 45 años, este genio de la música reconoció lo que todo el mundo adivinaba desde hacía tiempo bajo las capas de maquillaje que trataban de disimular su demacrada cara. Pero veinte años no es nada y hoy más que nunca, quiero recordar al vocalista del grupo más grande que ha dado la música mundial con la canción que él mismo elegiría como epitafio:






Freddie Mercuri no ha muerto.

domingo, 20 de noviembre de 2011

A tres personas muy especiales

Tras una intensa semana me veo en la obligación de compensar con creces lo que debo desde hace seis días. Desde estas líneas quiero felicitar a tres personas que se merecen mis mejores deseos y de los que sé que dos no van a poder recibirlos, salvo que la tercera persona se los haga llegar. Una porque no lee este blog, y el otro porque todavía no tiene edad para si quiera leer.

Lo dicho, espero que disfrutéis del pequeño Álvaro y que le criéis con el mismo mimo que hacéis casi todo. Ya veréis cómo no hay nada más bonito en el mundo que poder ver como van creciendo y, el día menos pensado, os daréis cuenta de que en lugar de un bebé ya tenéis una pequeña personita con vosotros.

Después de tantos sustos y sinsabores, lo único que puedo es enviaros un fuerte abrazo y deciros que para cualqueir cosa que necesitéis, ya sabéis donde estoy. Ahora que empezaréis a dibujar unas preciosas ojeras en los párpados, lo único que puedo deciros es que solo os faltan 30 años, para poder descansar.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Madrid Renace

Madrid bulle este otoño. La ciudad muestra todo su esplendor en vísperas de navidad. Se engalana y pone a punto una oferta de ocio digna de una gran ciudad. El Circo del Sol estrena un espectáculo único, que solamente han llevado a tres ciudades del mundo. Quien haya tenido la suerte de disfrutar de alguna de las actuaciones del circo canadiense, sabe que nunca defraudan. Música, colorido, espectáculo. Es una de las citas obligadas hasta final de año. Zarkana está diseñado como una ópera-rock y solamente lamento tener que esperar exactamente un mes para poder ir, eso sí, en la mejor compañía posible.

En el eje Prado-Recoletos, el plato fuerte es el Museo del Prado, con una exposición temporal cedida por el Hermitage. Más de 200 obras llegadas de San Petesburgo y que permanecerán en exposición hasta primavera. Además, el museo está a punto de ampliar su horario, abriendo los lunes. El contrapunto es que se adelanta la hora de cierre y que continúa con la política de entrada única para la exposición permanente y las temporales, cuando por tiempo es muy complicado poder disfrutar de ambas.

Si las colas son demasiado largas, justo al lado se encuentra uno de los jardines más bonitos del centro: el Botánico. Durante estos dos meses, se realizan interesantes visitas guiadas y si se prefiere siempre se puede acercar uno para dar un paseo y tomar algo. Los niños pueden asistir a cualquiera de los múltiples talleres y entretenerse mientras aprenden de la naturaleza en pleno centro de Madrid.

Todos los que disfrutan de los musicales, no pueden dejar de pasear por la Gran Vía, donde acaba de llegar directo de Broadway El Rey León al teatro Lope de Vega. Junto a esta obra en la que la escenografía se encuentra cuidada al detalle, podemos encontrarnos con Sabina en el Rialto o, para los más pequeños, Shrek en el Nuevo Apolo o el Mago de Oz en el Príncipe. Muy recomendable es también en el Nuevo Teatro Alcalá el musical de Chicago. Gran cariño le tengo a este teatro, dónde pude ya hace años, disfrutar de Cabaret como nunca me hubiera imaginado.

El plato fuerte en el Lope de Vega, en mi opinión, no es tanto el Rey León, como las representaciones de El Lago de los Cisnes y La Bella Durmiente. En este caso es el Ballet Clásico de Rusia quien nos acerca a la obra de Tchaikovsky que cualquier amante del ballet no puede perderse.

El Teatro Real, tiene una oferta un tanto floja ahora para lo que suele ser habitual en estas fechas, aunque la calidad de las representaciones, la arquitectura y toda la parafernalia, lo compensa. Además, siempre es menos complicado conseguir entradas para Lady Macbeth que para Madam Buterfly, Tosca o Turandot.

El Auditorio, en Príncipe de Vergara también amplía su oferta de conciertos de cara a la campaña de navidad. Y a quien le gusten los conciertos, el próximo martes Sinéad O´Connor inaugura en el Teatro Compac de Gran Vía una serie de visitas de grupos tan variopintos como Roxette o mi entrañable Bjork. 

A quien solamente busque la tranquilidad de un buen paseo, siempre que el tiempo lo permita, le quedará la Casa de Campo, el retiro y, sobre todo, un parque muy desconocido para los madrileños y que es un auténtica maravilla: El Capricho. Finca que perteneció a los Duques de Osuna y que tras la restauración a la que se vio sometido a finales del siglo pasado se ha convertido en una de las joyas botánicas de la capital. Muchos se pierden en el Juan Carlos I, desconociendo que a su vera, se encuentra un auténtico capricho.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Cansado lobo de mar

El barco llevaba crujiendo mucho tiempo. La podredumbre afectaba a un casco viejo y destartalado que había vivido tiempos mejores. La arboladura soportaba a duras penas unas velas raídas y las jarcias se balanceaban golpeando sin ton ni son. Las nubes no presagiaban nada bueno y, el capitán, en un estado de embriaguez absoluto se había encerrado en su camarote. No quedaba tripulación, al margen de tres curtidos marineros que se emperraban en mantener la nave a flote. Los botes se habían arriado repletos con todos aquellos que desesperados habían desistido de luchar contra lo inevitable.

En el cuaderno de bitácora, las primeras anotaciones del día, con letra firme, indicaban cómo la situación seguía siendo desesperada. Sin casi comida, en mitad del océano y con una tormenta en ciernes, todo estaba presto para terminar en tragedia. La vía de agua que llevaba meses sin ser reparada, estaba ensanchando día a día y esa noche se esperaba la peor tormenta que el buque había conocido. El estado de ánimo estaba por los suelos. Dos de los marineros hacía tiempo que se habían amotinado pero ya sea por un atisbo de lealtad o por un afecto hacia el capitán, se negaban a abandonar el barco. El contramaestre, todavía trataba de convencerle de que con su pericia y un poco de suerte aún podían sortear la tormenta.

El capitán, una persona huraña y curtida en mil batallas, se emperraba en que el barco aguantaría cualquier envite y que solamente había que preocuparse de la vía de agua, a pesar de que el contramaestre le advertía de que esta no tenía solución. La bomba de agua se había estropeado y con solo seis manos, no sería posible pasar de aquella noche sin que el barco se hundiera. El segundo de abordo y el grumete amotinados desconocían este problema y su mayor preocupación era la falta de gobierno en una nave completamente perdida en medio de la inmensidad. Sabían que aun arriando el bote que quedaba, la tormenta y la falta de víveres hacían complicada la supervivencia. Hacía meses que se habían amotinado, pero ahora sabían que deberían haber abandonado el buque, cuando todavía resonaban en el cielo los gritos de las gaviotas.

A la segunda hora de la noche, cuando el capitán se retorcía febrilmente entre alucinaciones, el segundo se decidió a entrar en el camarote para sacarlo a rastras y meterle en el bote. La discusión resonaba por encima de los truenos aunque no lo suficiente como para que el contramaestre pudiera oírla. Estaba luchando contra la vía de agua a sabiendas de que su esfuerzo era del todo inútil. El grumete, asustado por la situación, era el único que todavía guardaba una fe ciega en el capitán. Su falta de experiencia le hacía crédulo y la fama que se había labrado el capitán en épocas mejores hacía que sintiera una admiración fuera de toda duda. Así, se afanaba entre los aparejos tratando de mantener el velamen a salvo de las fuertes ráfagas de viento, mientras el timón daba bandazos de un lado a otro fuera de todo control.

El capitán le recriminó al segundo su falta de lealtad y el escaso respeto por quien había dirigido aquel barco durante tantos años. Sentía cómo el contramaestre, apenas recién llegado, le tenía más aprecio que aquella persona con la que tanto había compartido y de la que le separaba ahora un mar de odio y rencor.

Un rayo tronchó el palo de mesana que con un terrible estruendo arrastró la mayor parte de las vergas contra la cubierta abriendo un enorme boquete y dejando la bodega al raso. El segundo de abordo zarandeó a un capitán que a duras penas se aguantaba de pie.

-Id todos al infierno – les gritó a los tres fieles que quedaban en el barco. -Dejadme con mi barco e iros todos donde queráis. Yo solo me basto para mantener este cascarón a flote. El segundo metió al grumete en el camarote y le increpó al capitán –Húndete si quieres con este montón de tablones carcomidos. Vete al fondo del mar, pero hasta aquí te hemos acompañado. Quédate con el grumete mientras preparo el bote. En cuanto vuelva te dejaremos que te ahogues tranquilamente tú solo.

Dando un portazo salió del camarote mientras el grumete contenía las lágrimas completamente asustado por todo aquel estruendo. El capitán apuró otra copa de ron, escuchando cada uno de los ruidos y quejidos de aquel amado barco. Deseó una vez más que se murieran todos aquellos inútiles. No valían para nada. Y volvió el segundo de abordo para llevarse al grumete. En el último momento, todavía con un atisbo de dulzura, le pidió al capitán que recapacitara. Que aún había hueco para alguien más en el bote y que, aun desprovisto de toda autoridad, todavía podía salvar la vida.

Fue en ese mismo momento cuando el capitán pronunció las palabras de las que se arrepentiría el resto de su existencia. Conforme salían de su boca, escupidas con toda la bilis que le quedaba, recuperó un ápice de lucidez. Mientras el segundo se llevaba a rastras a un grumete que todavía confiaba en la valía del capitán, éste, ya completamente desquiciado les increpó que el bote se iría a pique antes que aquel barco. Que se reunirían en el fondo del mar, pero que le tendrían que esperar un buen tiempo.

Ya una vez solo, no se acordaba de la vía de agua. La tormenta zarandeaba un barco completamente a la deriva y al que le quedaban pocas horas a flote. Solo, con el contramaestre ocupado en luchar contra molinos, el capitán comprendió lo imbécil que había sido. Una vez más, la vida le había dado una lección demasiado tarde. En un barco que se hundía, la única esperanza que le quedaba era ser el único que se ahogara aquella noche, aunque por otro lado, el miedo a esa situación le hizo desear que al menos el tripulante que quedaba le acompañara hasta el último momento.

Cuando cerca del amanecer, con un crujido el casco se partió en dos, capitán y contramaestre terminaron en las frías aguas. El contramaestre abrazado a unos tablones, luchaba por tratar de mantener a flote a un capitán que en ese momento lo único que deseaba era que le dejaran morir en soledad.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Un vagabundo

Madrid se acuesta despejado. Algunas estrellas asoman entre las nubes y la calle resuena con el golpear de mis botas. El frío me cala los huesos y me despeja mientras deambulo sin rumbo fijo. Después de un domingo cualquiera apuro los últimos resoplos de otro fin de semana que se va. Las calles están vacías y los bares llenos. Me alejo de mi casa sin rumbo fijo, atravesando un parque que me resulta familiar. Sigo en el barrio: en la parte baja de mi barrio.

Mañana se presenta duro. Pasado infernal. Los recortes de personal y el nuevo accionista mayoritario hacen del cierre de este mes un cierre especialmente complicado. El miércoles una tregua y más de lo mismo jueves y viernes. Llego a un supermercado 24 h. Giro a la derecha.

Repaso un fin de semana un tanto particular. Intenso. Cargado de actividades, emociones y presentaciones. El primer fin de semana en Madrid después de dos semanas. Todavía no ha acabado. No quiero que acabe. Lo he exprimido hasta la última gota pero necesito más.

Una calle con farolas encendidas. Coches a ambos lados. Los unos junto a chalets, los otros junto a un bloque de apartamentos bien conocido. ¿Qué me ha llevado hasta aquí? Mientras una pareja pasea abrazada junto a mí, llego a un garaje.

El frío parece remitir. Entro en el garaje sin saber cómo he salido a pasear con la llave de ese garaje. No son las nueve todavía. Algo tarde. Muy tarde para algunas cosas. Con una bandera blanca subo a un tercer piso. Ante la puerta dudo. Oigo risas dentro. Espero, escucho y dudo.

Llega el vecino del A. Me saluda y me pregunta cómo va todo. Le digo que bien, que si le ha tocado guardia en la comisaría. Asiente. No encuentra las llaves y yo sigo frente a la otra puerta. Solo tengo una alternativa. Toco el timbre. Las risas cesan y suenan unos pasos. El vecino por fin entra en casa.

Una cara familiar se asoma por la puerta. Muestra sorpresa. No desagrado. Me deja pasar y se va al fondo. La casa está caliente y en el baño se oyen chapoteos. Cierro la puerta y la sigo. Al entrar en el baño se desata un estallido de risas, gritos y sonrisas. La cara familiar muestra cierto desagrado. Tras un frío saludo, le ayudo con una toalla mientras el chapoteo termina con media bañera vacía.

Pañales, biberones y cunas. Antes de las diez me enfrento a la pregunta de por qué he ido. Me disculpo por no avisar y le miro a la cara. No tengo que decir más. Me comenta que en la nevera hay un poco de embutido y unos yogures. Le comento si también tiene un sillón. Se le escapa un atisbo de duda, que pasa casi inadvertido. Sin embargo lo veo. Vuelvo a disculparme y una lágrima recorre mi mejilla. - Siempre disculpándote sin hacer nada por evitarlo – me increpa.

Ceno algo sin apetito y recojo los platos. Ella no toma nada. Nos sentamos y hablamos de tonterías. Del día. De la niña. De lo bueno y de lo malo. De la semana que se aproxima y de los errores cometidos. No hay rencor, tampoco nada más. Ella madruga. Mucho. Me da una manta y me dice que mañana apague la calefacción al irme. De la pequeña se ocupa ella.

Se va. Recuerdo por qué la he querido y revivo por qué me fui. El salón está caldeado, pero una frialdad de fondo me hace estremecer. En la librería hay tres huecos vacíos. El cuarto está dentro de mí.

En la televisión están poniendo otro partido de fútbol. Ya no sé cuantos van. Películas empezadas, programas terminando. Es muy tarde, pero oigo la televisión del dormitorio y un nudo se me aprieta en el estómago. Me levanto sin hacer ruido. Camino sin encender las luces. Conozco de memoria la casa. Bajo una puerta asoma la luz de una televisión. Entro en la habitación. Ella está despierta en el lado izquierdo de la cama y asiente. Me voy al derecho. Me meto. La abrazo y me duermo. Los problemas se difuminan con su abrazo mientras mi musa se acerca en sueños a mi rescate. Ella siempre acude.

Una alarma me roba mi sueño. Me despierta. Me trae a la normalidad. Son las 8:00. La cama está congelada desde hace dos horas. Tengo el tiempo justo para llegar a casa, arreglarme y a la oficina. Hago la cama, apago la calefacción y me voy. Sé que no volveré a esa cama. No ya más. Todos erramos, pero un día muy duro me espera por delante como para pensar ahora en esto.

domingo, 30 de octubre de 2011

Tilt

A muchos esta palabra les dirá más bien poco. A los que nos movemos por esos tapetes de dios, nos suena a una de nuestras peores pesadillas. En principio, el póquer es un juego de cartas en el que el buen jugador trata de minimizar el efecto de la suerte mediante el estudio de las posibles manos de sus rivales y la probabilidad de que se den ciertos sucesos. Se trata de un juego bastante calculador, en
el que tener la cabeza fría es fundamental.

Sin embargo, las probabilidades son precisamente eso, probabilidades. No certezas. Y a corto plazo, aun jugando perfectamente (algo muy lejos de la realidad en mi caso), es posible no rascar ni bola. El buen jugador es el que siempre juega lo mejor posible y cuando gana, gana mucho y cuando toca perder pierde lo mínimo. Comete pocos errores y no se calienta.

Entrar en Tilt es precisamente eso: calentarse. Hay quien entra muy fácilmente en ese estado y hay quien, como yo, normalmente entiende que una mala mano o una racha negativa es precisamente eso. Si juegas bien y pierdes, le das la mano al rival y santas pascuas. Sin embargo, esta noche no ha sido así.

Me he sentado en una mesa rodeado de jugadores ocasionales. Ciegas de 1 y 2 €, sin límite de apuesta. Entro con lo mínimo permitido (50€) con la idea de doblarlo rápidamente y jugar con más comodidad. Empiezan a entrarme cartas buenas. Buenas no, muy buenas. Cartas con las que, como mínimo, tengo un 70% de llevarme la mano, si no más. Pierdo con KK, AA, AA, AK, QQ, JJ… Todas las parejas altas las pierdo. Son manos en su mayoría que se enfrentan a un as mal acompañado, por lo que solamente debería perder 3 de cada 10. Pero es que en el caso de las dos parejas de ases y viendo la morralla con la que pagaban mis compis de mesa, tenían un 90% de ganar la mano…

He perdido todas las manos. Absolutamente todas. Tal vez haya sido una de las peores jornadas en cuanto a manos, que no en cuanto a pérdidas, dado que me he ido perdiendo 250€ solamente. El error lo he cometido después. Paseito a la habitación y una vez “frío” he encendido el portátil. Me he propuesto recuperar parte de las pérdidas, para lo que he abierto un par de mesas de dinero y me he inscrito a dos campeonatos. Cuatro o cinco mesas no son demasiadas, y ayuda a diversificar los riesgos, minimizado el factor suerte. Estaba tranquilo, o eso creía, hasta que la mala racha ha continuado.

El problema de entrar en Tilt, es que no razonas como debieras. En primer lugar, tiendes a jugar un rango de manos mucho más amplio del habitual. Jugar con cartas peores suele resultar en perder más, y en calentarse más. En segundo lugar, pierdes agresividad. La falta de confianza en tu juego hace que juegues a ciegas: más manos pero peor jugadas. Te olvidas de las cartas del rival. Empiezas a ver fantasmas por todos lados y terminas por desarrollar un juego deplorable. Así pues, tras tres horas en las que he destrozado los resultados de los últimos dos meses, he tenido la suerte de que la conexión 3G se ha ido al garete al igual que el ratón, que mañana trataré de desincrustarlo del radiador donde ha ido a parar.

Una Coca Cola después y tras una ducha con el agua templadita. Sigo bastante mosqueado. Ahora conmigo mismo. Porque para ganar a esto, el autocontrol es fundamental. Hoy he perdido un dinero, que tarde o temprano recuperaré y un ratón que no echaré de menos. Lo que tardaré más en poder olvidar es cómo, por una noche, he vuelto a jugar como un principiante incapaz de controlar sus emociones. Tras escribir estas líneas, creo que podré tratar de irme a la cama. Aun así, sigo con un enfado encima, que tardará un tiempo (el mismo que tardaré en volver a las mesas) en pasar. Hoy me he demostrado lo mucho que me falta para poder considerarme un buen jugador.

jueves, 27 de octubre de 2011

Espera interminable

Sin una solución deseable, me debato entre lo que debería querer y lo que quiero en realidad. Me siento rastrero. Cada vez que el tren cruza un túnel, rezo por que el móvil no recupere la cobertura. Una llamada intrascendente me hace pensar si desconecto o no el teléfono. En la práctica, una vez dentro, lo mismo me da ya hasta llegar. Atocha espera. Estoy cansado, con el estomago un tanto revuelto. Sin la conciencia tranquila.

Este bombero debería desear no tener que ejercer como tal. Después de todo, los daños colaterales son siempre sustanciales. Sin embargo, en su interior un ascua le quema las entrañas. Es un sentimiento casi olvidado. Su mero recuerdo es aterrador. En el fondo es así. Deseo no poder dormir esta noche, pero no puedo dejar de pensar lo que eso significaría. No, ni a mi peor enemigo podría desearle eso. Menos a quien me abrió lo ojos.

Continúo con mi dilema. Felicidades incompatibles. Desisto. Soy como soy y no puedo evitarlo. Quiero cenar solo esta noche, pero no soy capaz de desearlo. Demasiado acostumbrado a dejar de lado mis propias necesidades, pienso que por una vez mi desgracia significará la felicidad de quien se lo merece. Sonrío y, aun confundido, continúo la partida de ajedrez en un móvil que acaba de recibir otro mensaje.

domingo, 23 de octubre de 2011

Missing

La televisión sigue balbuceando y me acaba de despertar. El comedor está helado; parece que el otoño ya se instala. Una vez más me he quedado dormido sin darme cuenta, pero esta vez mi espalda y las lentillas me recuerdan que, como siga con esta costumbre, voy a acabar mal.

Creo que es tarde. Muy tarde. Sobre la mesa dos portatrajes y una pequeña maleta de ruedas a sus pies. El perro del vecino parece lloriquear y por un momento creo que ya es lunes. Mi mente no se ha despertado aún. Busca en lugares lejanos algo familiar pero ajeno, mientras mi cuerpo digiere como puede el madrugón y el viaje que le espera.

Aún falta un día antes de partir a Huelva, donde los fenoles, las parafinas y las acetonas me esperan con los brazos abiertos. Pero yo ya no estoy en Madrid.  Al menos no en el momento presente. Mi hemisferio izquierdo se encuentra en algún punto dentro de quince días. El derecho rezonga en los últimos dos meses. Uno maquina sobre qué será a mi vuelta y el otro se emociona con las sobras del pasado. En medio un vacío que me servirá para distanciarme un poco de mis problemas, pero también del bálsamo que ha estado suavizándolos.

Me despejo. Como siempre las palabras me llegan cuando es demasiado tarde. Inoportunas e innecesarias ya. Estoy apático. Desencantado. Voy a echar de menos muchas cosas: mis rutinas, mi espacio, mis cosas… Pero es poder utilizar mi laúd ante quien sabe apreciarlo como nadie, lo que más añoraré.

Son solo dos semanas. Pero a mí ahora me parece un mundo.




In a way, its all a matter of time
I will not worry for you
You'll be just fine
Take my thoughts with you
And when you look behind
You will surely see a face that you recognize
You're not alone
I'll wait till the end of time
Open your mind, surely its plain to see
You're not alone
I'll wait till the end of time for you
Open your mind, surely its time to be with me
It is the distance that makes life a little hard
Two minds that once were close, now so many miles apart
I will not falter though, I'll hold on till you're home
Safely back where you belong
And see how our love has grown

martes, 18 de octubre de 2011

Carpe Diem

Vuelta a esta bipolaridad en la que parece que últimamente me muevo. Ayer, hundido apaleado y humillado. Un día para olvidar. En el trabajo, tras dos meses para olvidar me dejaban claro cuánto contaban conmigo y el boyante futuro que me guardan… Con un epílogo a tener en cuenta.

Hoy la euforia vuelve a llamar a mi puerta. No he dormido más de tres horas y no lo echo de menos.  Me vuelvo a sentir útil. Útil para quien en realidad se lo merezca. Para esas personas que saben apreciar el esfuerzo ajeno. Me siento feliz. Feliz sin motivo, que es cuando más se puede disfrutar de este efímero sentimiento. Mañana, ya veremos cómo nos levantamos, pero de momento será difícil que me borren esta sonrisa de la cara. En una hora saldré por la puerta de la oficina con la intención de saborear hasta el último minuto del día de hoy. Por lo que pueda traernos el futuro.

Sigo necesitando esas vacaciones, pero de momento la tempestad aminora y parece que escampa. Me propongo para esta semana dejar de centrarme en mí y tratar de facilitarle a quienes me rodean un poquito su existencia. Intentar compartir esta euforia entre los que la consideren valiosa. Y como premio, sacaremos la tarjeta a pasear.

lunes, 17 de octubre de 2011

Hecho Polvo

La cabeza me da vueltas y el cuerpo no me responde. Raspo la almohada con la cara y el sonido se me clava en los oídos. La claridad señala media tarde, pero el cansancio refleja pocas horas de sueño. Cierro los ojos y revivo una a una las jugadas de anoche. Mi voluble memoria, desgraciadamente es capaz de retener hasta el más mínimo detalle cuando de cartas se refiere. Una a una, vuelvo a jugar en mi cabeza cada una de las manos. Analizo gazapos, reviso movimientos, tomo otras decisiones…

Me giro en la cama. Vacía, como siempre. El lado izquierdo frío, gélido. El despertador marca las 17:30, son la cuatro y media. Conozco su desfase, por lo que creo innecesario ponerlo en hora. Doy otra vuelta en la cama y rezongo un poco más. No tengo hambre. No tengo sueño. No siento prácticamente nada. Emocionalmente soy un ordenador que está revisando el juego practicado. Pocos errores de bulto. Poca creatividad ante la falta de cartas. Un juego gris para una noche gris. Es la justicia de esta actividad: no hay segundas oportunidades.

La garganta me arde. Sobar unas fichas que han pasado por las manos de miles de personas en otoño es toda una garantía de un buen trancazo. Cada vez que visito el servicio en el casino, me prometo jugar con guantes de látex. Cuando jugueteo con las fichas los relieves me lo confirman. Dinero sucio. Tal cual. Media tarde y el móvil suena. Espero una agradable sorpresa y me encuentro a mi jefa. Hay quien no comprende lo que significa un domingo. No sé que me cuenta. La oigo pero no escucho nada. Mi cabeza sigue en el limbo.

Me voy a la ducha, pero preparo un baño. Preparo algo de ropa, pero me decanto por una camiseta vieja. Cojo la maquinilla pero decido no afeitarme. Mi imagen es reflejo de mi estado. Parezco un náufrago desorientado, flotando en mitad del mar. Cruel mar. Vuelvo en mí, para recordar que el trabajo me espera. Una larga noche, dos cuentas de resultados que reportar. Trabajo insulso, monótono, falto de cualquier interés. Es una condena la responsabilidad. ¿Por qué no me desentiendo? No puedo.

Me bajo a la Vaguada. No me encuentro con ánimos de cocinar así que me decanto por aprovisionarme de víveres manufacturados. La feria está en su apogeo. A media noche los fuegos artificiales convertirán en calabaza a la carroza, pero de momento las luces parpadean y la gente fluye entre las atracciones. Vuelvo a evadirme. Rememoro mi infancia. La ausencia de preocupaciones y de exigencias. Paseo por la feria. Me siento feliz de nuevo. Vuelvo al presente y unas líneas vienen a mi dolorida cabeza. También es posible ser feliz pasados los treinta. Es distinto, pero también se disfruta. La luna brilla preciosa sobre los tejados y la gente parece entretenida. Necesito hablar con alguien pero solo consigo un buzón de voz. Recojo una ensalada y un sándwich en el VIPS y vuelvo a mi presidio.

Mi Ángel me ha dicho que me tome unas vacaciones, mi Musa opina del mismo modo. Por dinero y por cariño cada uno no me va a fallar en los consejos. Creo que tendré que hacerles caso. Ahora no, pero tal vez pronto: sin teléfono, sin ordenador, sin nada y, desgraciadamente sin nadie. Necesito tumbarme frente a la chimenea en mi amada Galicia y mimarme como solo sé hacerlo yo. No es solución, al final, siempre tendremos que regresar a nuestra rutina diaria, pero un permiso puede hacer más llevadera esta cadena perpetua.

martes, 11 de octubre de 2011

Entre trovadores y cruzados

Estaba pensando en lo poco que parecen haber influido las mujeres en la historia y en el arquetipo de princesita y príncipe azul cuando ha venido a mi memoria una mujer nacida en Poitiers y que en mi opinión fue la más importante del siglo XII y una de las más influyentes de la historia de la humanidad.

Su abuelo, duque de Aquitania, se consideró el primer trovador francés. Hasta entonces, eran los juglares quienes cantaban las gestas épicas y los cantares románticos, artistas populares que vagaban de un pueblo a otro, mientras los trovadores, estaban formados por la flor y nata de la aristocracia y sustituían las plazas de los pueblos por las cortes y castillos europeos.

Fue la mayor de tres hermanos y desde pequeña recibió la mejor instrucción en filosofía, bellas artes, música e idiomas, pero a los quince años quedó huérfana, muriendo su padre, su madre y su hermano. Leonor, la nueva duquesa, se ponía al frente de una casa que poseía un tercio del territorio francés y más riquezas que la propia monarquía gala.

Madre de poetisas, príncipes, reyes y santos. Reina de Francia y de Inglaterra, casada y divorciada. Para unos una ramera que pasaba de cama en cama con miles de amantes. Para otros una protectora de la cultura y el arte cuyos ecos nos llegan hoy en día.

Dirigió Inglaterra pese a su marido, encabezó una cruzada y creó una espléndida corte en Poitiers donde recrearía el ideal del amor cortés inspirado por su abuelo. Estableció protocolos originales para potenciar la caballerosidad galante. Chrétien de Troyes o André Le Chapelain desarrollaron gran parte de su obra bajo la batuta de esta inigualable mujer. Muchos otros bardos, juglares y trovadores se acercaban a su corte para ensalzar el idioma del cortejo y a retarse en competiciones de justas poéticas. Allí renació desde las tradiciones celtas recopiladas el ciclo artúrico con su Ginebra, los caballeros y Merlín.

Encarcelada por traidora sobreviviría a su hijo Ricardo, el del corazón de león, para alzar en el trono a su otro hijo, Juan. Reinó, regentó, confabuló e inspiró a todas las generaciones venideras. Finalmente se retiró rodeada de su corte de artistas e intelectuales a Fontevrault donde murió a los 82 años sin haber perdido un solo diente. Una mujer que luchó por sus ideales y logró casi todos sus sueños, en una época mucho más complicada que la presente.


“Quiero deciros que ya no menciono vuestro nombre. Que ya no soy vuestro, que soy otro hombre. Pero mi boca os evita, y mi pensamiento no acude a la cita, pero ¿de qué fueron hechos mis sentidos? Con qué material confeccionaron mis oídos porque siempre oigo vuestra voz, y aunque mi alma os añore, mi piel siempre evoca algo de vos”

Guillermo IX de Aquitania.

domingo, 9 de octubre de 2011

Un poquito de música

Hoy a huevo me lo han puesto. Después de una noche toledana con fiebre, bailando de la cama al baño y del baño a la cama, no tenía la cabeza para mucho pensar. Por ello, creo que dedicaré una canción a quien quiera hacerla suya, porque no todas las princesas sois iguales...


Espero que la disfrutéis, hasta que los de la SGAE me cierren el blog.

viernes, 7 de octubre de 2011

Calentando motores

Empezamos la preparación. La cuenta atrás ha comenzado. A seis días, se impone una cura de descanso y una puesta a punto de un cuerpo y una mente que no llegan en su mejor momento del año. Sí, lo confieso. Llevo una doble vida. Subsisto con un sueldo lamentable en una empresa-ministerio y puedo permitirme mis lujos gracias a esta vida oculta y nocturna.


El jueves empieza en Madrid el CEP. Un torneo importante pero de segunda fila con una estructura que hace que cada vez lo jueguen menos profesionales. El coste de la entrada rondando los 700 € tampoco lo hace demasiado accesible para el jugador ocasional. A muchos no les dirá nada esto. Pero si digo que se juega con una baraja de cincuenta y dos cartas, que existen multitud de modalidades y que muchos aseguran ganar y nadie reconoce perder (y no es política), a lo mejor nos vamos haciendo a la idea: es el póquer.

El Campeonato de España de Poker, es una liga de varias etapas, el año pasado jugué patrocinado la de Alicante. Este año, si nadie lo impide, apoquinaré la entrada de mi bolsillo y veremos cómo se nos da el de Madrid. No tengo muchas expectativas, aunque viendo el año que llevo, a lo mejor logro otra sorpresilla interesante.

Para lograr hacer un buen torneo es necesario estar descansado. Concentrado y tranquilo. Paciente. Despierto y en un estado de forma aceptable. Hoy no aprobaría en ninguna de ellas, pero tengo una semana, con un festivo de por medio para lograrlo.

Lo que está claro que de momento se acabó jugar online. Empezaremos a dormir nueve horitas y si mi tobillo lo permite comenzaremos a trotar un poco (preparando de paso la San Silvestre). Lectura, trabajar poco y retomar las visitas al spa y a las fisios del gimnasio son de obligado cumplimiento. El jueves tenemos que estar con las pilas a tope.


Algunas de mis entradas al blog girarán entorno a esta afición. Supongo que a muchos no les atraerá lo más mínimo y les pido disculpas por adelantado. Otros pensarán que mis referencias gastronómicas son lamentables, que mis lloradas sentimentaloides son enfermizas y que irse al monte de madrugada con un chisme de quince kilos para pasar frío y sacar fotos es una estupidez.

A quien esté dispuesto a darle una oportunidad, espero poder acercarle un mundo muy distinto del que muchos piensan y, quien sabe si con el tiempo, lograr que les pique el gusanillo. Por lo pronto, si este jueves alguien se acerca por Torrelodones, es posible que se tropiece con un chico con pinta de pijín despistado, con cara de no haber roto un plato en su vida.

Calabazas

Iba a empezar una entrada de actualidad y lo primero que me ha venido a la mente ha sido la boda del siglo de esta semana. Tratándose más bien de una película de Tim Burton y pretendiendo no ahondar en la autoestima de la pareja, Decidí dejar a doña Cayetana y a Alfonso Díez, El Sabio, tranquilos en su luna de miel.

Por tanto había preparado unas líneas sobre la desaparición del cerebro y fundador de la compañía de la manzana y de cómo por mucho dinero que se tenga, al final la parca te visita cuando quiere, y no se parece precisamente a Joe Black. Sin embargo, también he preferido dejarlo de momento.

Dado que hoy esperaba dos citas muy distintas, pero ambas de importancia, he preferido centrarme en esto, que para la actualidad nos sobra con los periódicos. Por un lado este tenía que hablar con una persona completamente desconocida, de cara a un posible cambio interesante en mi vida profesional. Por otro lado esperaba encontrarme con otra persona mucho más preciada con el fin de echarnos unas risas y animarla, por si lo necesitara un poco.

Con la primera, tenía que concertar cita a una hora en la que escaquearme no causara sospechas. Tras ocho intentos sin éxito y toda la mañana perdida, me planto en su despacho para que su secretaria me indique que no tienen ni idea de dónde, ni con quién está reunido, pero que el viernes seguro que se pasa en algún momento por su despacho. Con todo, me olvido que tenía cita con el médico de empresa a esa misma hora, y que tengo menos de media hora para recorrerme medio Madrid en hora punta.

Llego tarde a un curso que lo mejor que tiene es que mañana termina (y también el vecindario). Dos semanas perdidas tratando de no dormirme. Planifico una cita potencial con la otra persona a la que no me he ni molestado en llamar; ¿para qué? si es la única persona con una agenda más complicada que la mía. Por supuesto quedar ha sido imposible y estoy un tanto preocupado, aun a sabiendas de que está en las mejores manos posibles.

Las nueve y cuarto y el día habría podido considerarse un perfecto desastre. Pero antes de irme a casa a lamerme las heridas en soledad, siguiendo mi faceta más femenina decidí consolarme con mi amigo Oriol Balaguer. La foto lo dice todo. No soy dulceiro, salvo por mi pasión por el chocolate. Puede que prefiera amantes belgas o barceloneses (el Borne con su Bubó siempre tendrá un pedacito de mi corazón), pero la tarta de chocolate de esta chocolatería ha me ha llevado de la mano de Juliette Binoche a algún pueblecito de la campiña francesa.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Momentos

Madrid está durmiendo y mi casa cobra vida. Una vez más llega la madrugada y comienzo a activarme. Poco a poco el agotamiento de la jornada va desapareciendo. La mente comienza a despejarse. La lucidez vuelve a mí y necesito aprovechar la inspiración, hasta que mañana, cuando suene el despertador, vuelva a ser un espectro que se arrastra a la luz del día. Soy noctámbulo.

Enciendo el ordenador. El vaho se escapa del baño y se mezcla con el olor a plancha. Desde la habitación del ordenador se puede oír el reloj de la cocina. Las habitaciones están vacías. Silencio y soledad. Tranquilidad y calma. Empiezo a divagar. Un crujido. Escribo lo primero que se me pasa por la cabeza. Saboreo el momento agridulce. A veces insoportable, otras evocador. Solo hay una palabra que lo describa: saudade.

La añoranza. Añoranza por lo que fue, por lo que se tuvo, por lo que se disfrutó… Nostalgia por momentos vividos que me resisto a dejar olvidar, pero sin el ansia por volverlos a vivir. Rememoro la alegría ausente, y con la certeza de que no se repetirá, saboreo el pasado olvidando, el resto. Me entrego a los brazos de ella: “bem que se padeçe y mal que se gosta”.

La soledad puede doler o se puede disfrutar languideciendo en brazos de la melancolía. Recuerdos. Personas. Qué difícil puede llegar a ser expresarse. Saudade es no saber; no querer saber y a la vez querer.

martes, 4 de octubre de 2011

Sobre la marcha

Agotado y sin mi esperado recreo nocturno que hacía de mi destierro temporal al barrio de Malasaña una bendición, esta noche se planteaba como una oportunidad para practicar el sueño en todas sus disciplinas. Sin embargo después de catorce horas sentado, el corazón pide cosas, que la cabeza no comprende.

Necesitado de mimos y una buena charla recordé el fresco olor del cilantro y del cardamomo, el fragante azafrán, la canela, el comino y la nuez moscada. El afrutado sabor del jengibre y la calidez de quien siempre me ha hecho considerar su local en Ortega y Gasset como mi segunda casa.

Mi confesor, un viejo compañero de batallas, no dudó en tratar de remediar un día que desde el mismo lunes se adivinaba traicionero. Quedamos a las once y media, ventajas de quien es habitual, y sin reserva nos prepararon una mesita apartada del barullo de un local siempre abarrotado.

Nadeem, siempre tan agradable, tras saludarnos rechazó todas mis disculpas por la hora a la que llegábamos y nos hizo sus recomendaciones. Mi amigo delegó su comanda a mi criterio, por asiduo, y yo me decanté por lo seguro dadas las horas. Éramos solo dos y no procedía una extensa muestra de los asados y curries del local. En su lugar y como entrantes pedimos unas exquisitas samosas y, en honor del mejor tandoori que he probado nunca fuera de India, un plato mixto de pollo y cordero asados al tandur. Después un suave curry de pollo con una salsa de yogur, tomate y cilantro junto con el exquisito curry de lentejas y espinacas especialidad de la casa. Todo ello suavizado con un poco de arroz pulau y del delicioso naan que también preparan en el tandoor.

Tan deliciosa cena amansó mi fiera con su suave picante y mi caro amigo remató la faena con destreza. Desde los papadum de entrada hasta el delicioso lassi con el que cerramos la velada escuchó pacientemente mi letanía sin casi decir palabra. Hablamos de amistades inesperadas y traiciones sorprendentes. De lo azaroso de la vida y de cómo extraerle hasta la última gota de esencia. De la ética y la estética; de lo bueno y de lo malo, de locuras, de sueños…

Durante el paseo de vuelta al coche, mis problemas eran una sombra del pasado. Veintinueve años, mucho tiempo de amistad. Y ahora, desde estas líneas solo puedo agradecerle haber podido contar con su apoyo durante todo este tiempo. Felicidades por tu incipiente paternidad. Después de tantos sustos y disgustos la tenéis bien merecida, y nos habéis recordado lo que realmente es un problema y lo que no dejan de ser pequeños inconvenientes.

sábado, 1 de octubre de 2011

Una nueva etapa

La vida da muchas vueltas y algunas del todo sorprendentes. Hace un mes me crucé con una persona de una forma un tanto inusual, aunque más extraño fue el efecto que tuvo sobre mí: hizo que me replanteara el modo en el que estaba dirigiendo mi vida. Esta persona ha sido la responsable de que me haya decidido a emprender una nueva aventura literaria a través de esta página y que me proponga, sin ser nochevieja, mantenerla actualizado con una periodicidad aceptable.


Espero que no le moleste que le haga una mala competencia, pero he recordado que una gran forma de reflexionar sobre las vivencias es parar diez minutos en la vida y tratar de ponerlo por escrito. Aquí trataré los temas más diversos, desde un punto de vista diferente, el mío. Contaré mis hazañas, desahogaré mis penas y ensalzaré las muchas satisfacciones que espero que continúe dándome la vida. Y todo esto, deseando que sea del interés de alguien.

Los que quieran disfrutar de bitácoras de mayor calidad, pueden visitar los enlaces que espero ir actualizando a la derecha de estas líneas. Quienes tengan vocación de almas caritativas, están invitados a colaborar, sugiriendo cualquier tipo de corrección o mejora en el diseño, contenido y contintente de este vuestro blog.