No se cansará de esperarte, aquel que no se canse de mirarte.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Insomnio


Nunca he disfrutado de un sueño apacible en cama extraña. En breve espero se me haga familiar, aunque solamente sea para un par de semanas. El agotamiento es tal, que me es imposible conciliar el sueño. Por eso, una noche más bajo para tratar de escribir algo en este desvencijado ordenador. Desgraciadamente no me salen las palabras. Por ello, os dejo una canción que siempre me ha gustado mucho y que hoy guarda un significado muy especial. Espero que la disfrutéis.



Esta flor, que para los griegos significaba el triunfo después de haber luchado incansablemente contra el fracaso. Una flor que crece desde el fondo de los estanques, en medio del fango, para abrirse camino hacia lo más alto donde florece durante el día. A la noche se cierra y se hunde bajo el agua para volver a alzarse y abrirse al amanecer. En oriente simboliza la pureza del corazón y la mente, la longevidad, la salud y el honor.

lunes, 19 de diciembre de 2011

El sueño de una noche de verano

Calor tórrido en mitad de la capital. Las letras se tornan palabras en una voz femenina que, insinuante promete una tregua para mi alma deshilachada. Compras de última hora para una habitación desconocida. Champaña y chocolate en una ciudad tomada por los peregrinos. Dudas, remordimientos y el peso de un anillo carente de cualquier significado. Un error y cuatro meses, para olvidar toda una vida.

Una niña ¿Tal vez no? No consciente del peligro pago y yerro. Caigo y me dejo llevar. Sin coraza y tan débil que me atraviesa sin quererlo. Letal suplicio que me alza a los cielos. Mortal dolor que me fuerza a abandonarlo todo. Una noche maldita que recuerdo y repito, y vuelvo a errar. Madrid y Cuenca, para no volver a ser yo. Similar pero extraño, mejor pero más dolorido. Menos sufrido aunque incapaz de respirar.

Una nueva vida y Bernal nacieron aquella noche, a orillas de la castellana y rumbo al norte de la capital. Ahora se repliega a invernar en el lejano sur. Al calor de nuevas gentes y en tierras extrañas, donde con el tiempo tratará de coser su corazón viejo y ajado. Olvidar lo que podría haber sido y ya nunca será: destino sabio y cruel. Navidades nostálgicas, pasajeras. Cuatro largos meses hacia atrás, y medio año por delante.

Este trovador se despide, no sabiendo si volverá o no, con una canción fiel reflejo de cómo siente una mente depresiva en una hermosa canción. Se la dedico a quien tanto bien me ha hecho. Felicidades por partida doble y gracias por estos cuatro meses. No los cambiaría ni por treinta y cuatro años de experiencias.

La música es mala y la imagen peor, pero es la única en todo You Tube que está traducida por alguien humano y no por el traductor de Google.


lunes, 12 de diciembre de 2011

Magia

Hoy he vuelto a disfrutar como un niño. He soñado como cuando era pequeño. Me he emocionado como en aquellas vísperas de Reyes. Me he asombrado como cualquier primera vez. Me he reído como no lo hacía hace tiempo. Y lo he podido compartir con una gran amiga. Con una persona con un sentido artístico y estético a la que estoy seguro que le ha impresionado aún más que a mí.

No en vano, es la tercera vez que acudo a ver un espectáculo del Circo del Sol. Saltimbanco fue el primero, Alegría mi segunda vez. Pero, no sé si serían las circunstancias, la temática o que me encuentro especialmente sensible; lo que es cierto es que Zarkana me ha impresionado como ninguno. No podía ni aplaudir, ni darme cuenta de nada de lo que sucedía fuera del escenario. El vestuario, las luces, la música, la coreografía y, sobre todo, la escenografía han hecho de este espectáculo una maravilla.

El número de la cuerda ha sido tan sensual, complejo  y hermoso, que creo que se me ha quedado grabado en la mente al igual que el precioso pelo de la chica que en él participaba. La magia de la mujer que con un puñado de arena azul me ha hechizado dibujando formas imposibles, me ha dejado con la boca abierta. Los trapecistas volando a una altura enorme y cruzándose en el cielo al ritmo de la música. Las banderas, los equilibristas, la malabarista... Todos los números han sido formidables.

Y con todo, lo mejor, como comentábamos camino al coche, con la mirada perdida, el conjunto artístico de lúces, sonido y movimiento. El esfuerzo, el talento y la confianza de quienes, durante dos horas y media, nos han hecho revivir sentimientos que, personalmente, creía haber olvidado. Un conjunto que hace de cada una de sus partes algo insignificante, siendo ya grandes de por sí.

Se supone que se trataba de un regalo, aunque ahora no sé quien era el receptor del mismo. Hoy, desde luego, sé con qué voy a soñar mientras duerma. Una guinda para una semana fantástica que no creo que pueda olvidar ya nunca.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Sorpresas en la niebla


Después de una larga noche y de un tardío despertar, echo de menos el clima disfrutado estos días en Roma. Madrid ha amanecido con la misma niebla que me encontré ayer a la salida de la cena. Con la misma niebla y con una lluvia que me trasladó a los meses en que viví en Amsterdam. Cuatro grados y humedad. Mi tobillo se lamenta y lo paga con una discreta cogera.




Si la compañía fue buena, la conversación interesante y el postre largo y espectacular; lo que no estuvo a la altura fue el local. Entre Suspiro y Suspiro pasa por haber sido uno de los mejores mexicanos de la ciudad. Antaño era un lugar de difícil acceso. Muy de moda y con unos precios un tanto elevados. Ayer, lo primero que me llamó la atención fue encontrarme, un viernes de primeros de mes, solo dos mesas ocupadas.

Nos sentaron abajo, en una coqueta mesa con dos sillones. El resto de la sala estaba vacía y decidimos desprendernos de nuestros abrigos. Posteriormente yo cometería el error de quedarme en mangas de camisa, pero son los riesgos del picante. El servicio se mostró muy educado pero bastante lento. Tardaron casi diez minutos en llevarnos las cartas y otros diez las bebidas, lo que para un local medio vacío es excesivo, y más en Madrid. Mi acompañante de entrante se decantó por unos tacos pato pastor y yo por unos cigarritos, plato fuera de carta y que me habían recomendado en ocasiones anteriores. Cuando nos preguntábamos por si se habían olvidado de nosotros, vino la camarera a informarnos de que no les quedaba mi petición, por lo que les pedí que me trajeran lo mismo que a la chica que me acompañaba.

Con los entrantes llegó otra sorpresa: el frío. Susana, muy friolera, no me dijo nada, por lo que al principio no me preocupé de la extraña sensación que me recorría los pies. Después de todo, en un par de ocasiones en Roma había sentido ese frío durante la comida. Los tacos, de pato con piña y guacamole, estaban exquisitos, con un ligero deje picante, en absoluto molesto. Tres tacos por comensal y otras dos cervecitas para bajarlos.

De plato principal pedimos pollo y cordero, con unas tortillas para hacernos tacos y poder compartir la comida. El pollo al mole estaba delicioso, sazonado con un montón de especias y con un toque de cacao que le daba un sabor muy peculiar. El cordero avándaro, mucho más contundente, pedimos que lo acompañaran de arroz en lugar de frijoles, que además de no ser mucho de nuestro agrado, eran poco propios para una cena. Raciones generosas, sin llegar al exceso. Ahora el frío era notable y, pese al jersey que me había puesto, calaba hasta los huesos.

Avisamos a la camarera, que sorprendida se limitó a decirnos que la calefacción estaba puesta. Terminamos los platos y ateridos por el frío le pedimos que cerrara la "calefacción" que el aire que entraba parecía proceder del mismísimo polo. Tras un par de minutos vino a disculparse diciendo que, efectivamente, la calefacción estaba estropeada y que estaba entrando aire de la calle. Decidimos arreglarlo pidiendo un postre caliente. Una especie de tarta de chocolate, para limar asperezas pasadas. También pedimos la cuenta, pues a quien escribe, se le estaban empezando a entumecer los dedos de las manos.

A la tercera cucharada del postre, casi me ahogo al comprobar que la cuenta que me acababan de traer estaba bien. Noventa euros, sin vino y sin segundos platos. Con un solo postre y tan solo cuatro cervezas y dos jarras de agua. El truco en los entrantes que, si bien se suponía que costaban cinco euros, esto era por unidad: cada uno de los tacos.

No es de extrañar que estuviera medio vacío. Comimos bien, pero el precio de este restaurante parece no aceptar que la situación económica no es la mejor y que gastarse dieciseis mil pesetas de las de antes en unos tacos y un par de platos bien preparados no es el mejor incentivo para atraer clientela.

El taxi a casa, otros dieciocho euros, me recordó una anécdota en un taxi romano con un olor sospechoso y pilotado por un personaje de lo más curioso. Menos mal que esta vez después se arregló una noche que terminó con una ducha a dos y un desayuno de lo más interesante.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Vuelta a casa

El frío comienza a retirarse tras una semana campando a sus anchas. El vapor impregna de vaho los cristales y el calor retorna a mi morada. Un movimiento de pierna y el agua me quema. La cabeza empapa una mullida toalla en una bañera que la espuma ya ha abandonado. En el aire bailan el olor de las sales y el humo de unas velas, arrastrando a una mente soñadora que danza al son de recuerdos olvidados.

Todo viaje termina. Los pies doloridos y el cuerpo agotado. Conforme mis músculos se destensan con el calor, mi cerebro alcanza un estado de clarividencia en el que presente, pasado y futuro se entremezclan en paisajes por descubrir, con gentes aún desconocidas y las experiencias de todos estos años. El polvo del camino se hunde. Las heridas recibidas sanan una vez limpias y la sangre se disuelve en un baño purificante. Aprendemos a cuidarnos más, a protegernos mejor, a ser más cuidadosos. Viajar ayuda a madurar. Enseña las mejores lecciones. Te vuelve más sabio. Ahora hay que dejar reposar las vivencias.

Mis galas descansan junto al lavabo. Esta noche siento nostalgia de ti, fantasma de la Ciudad Eterna. De ti, que desamparado te dejé escapar y con el que esta noche pretendo revivir una parte de mi pasado. Una mesa reservada que aún la puedo aprovechar. Si fue entonces a la salida del Real, con La Traviata como invitada, es ahora cuando le pido a mi dama de las camelias que me acoja esta noche en sus brazos y recordemos lo que una vez fue y no será, entre Suspiro y Suspiro. Mañana mis pasos me llevarán a lugares lejanos, pero hoy me debo a alguien muy especial. El timbre suena y sé que es ella, quien fue mi reina de corazones.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Adios Ríos, Adios Fontes

Dícese de la verdad que al final es amarga. Pero lo cierto es que lo único que proporciona es descanso y tranquilidad. Bruto, ¿tu también, hijo mío? La mirada desde el Palatino abre mis ojos. Mi farsa se tambalea y una vez más, defraudado por mis sueños corro a encontrarme con la mañana. Encuentro culpables que no lo son. Solo quien pretende lo que no es, puede sentirse engañado. Soñar no cuesta, pero soñar despierto es tan peligroso.

El reo cuenta los días que faltan camino del patíbulo. La sentencia es firme y el delito imperdonable. No es posible volver atrás y rehacer lo deshecho. Tres semanas. Diecinueve días. Los puntos pueden ser finales o pueden ser seguidos. A parte parece este. Deja atrás todo lo que amó por una falta del destino. Cruel hado el que le arrastró al imperdonable pecado de la desesperación.

Hoy el camino termina. Mañana construiremos uno nuevo que nos llevará hasta tierras desconocidas. La vida sigue de cualquier manera, pese a todos los que se quedan por ella. El hoy ya no existe, la lluvia se lo ha llevado y el viento que vendrá borrará los tormentos pasados. Solo queda expiar las culpas que nos atenazan.

Un saludo para quienes esperan a lo lejos. Un adiós para quienes fueron.

martes, 6 de diciembre de 2011

Ciudad Imperial

A orillas del Tíber una ciudad se extiende a mis pies. Familiar, cálida, hogareña, de gentes claras y amables; de historia viva y antigua. Media docena de veces la he visitado. Media docena de veces en más de diez años. Pero siempre vuelvo. Nunca tiré moneda en fuente alguna. Nunca pensé que fuera a ser la última vez. La eterna capital imperial me atrae a su regazo y esta vez, como buen hijo pródigo, le regalo una compañía sin igual vírgen de experiencias. Y ella me devuelve la ofrenda enseñándome por los ojos ajenos, qué sentí al verla la primera vez.