No se cansará de esperarte, aquel que no se canse de mirarte.

domingo, 30 de octubre de 2011

Tilt

A muchos esta palabra les dirá más bien poco. A los que nos movemos por esos tapetes de dios, nos suena a una de nuestras peores pesadillas. En principio, el póquer es un juego de cartas en el que el buen jugador trata de minimizar el efecto de la suerte mediante el estudio de las posibles manos de sus rivales y la probabilidad de que se den ciertos sucesos. Se trata de un juego bastante calculador, en
el que tener la cabeza fría es fundamental.

Sin embargo, las probabilidades son precisamente eso, probabilidades. No certezas. Y a corto plazo, aun jugando perfectamente (algo muy lejos de la realidad en mi caso), es posible no rascar ni bola. El buen jugador es el que siempre juega lo mejor posible y cuando gana, gana mucho y cuando toca perder pierde lo mínimo. Comete pocos errores y no se calienta.

Entrar en Tilt es precisamente eso: calentarse. Hay quien entra muy fácilmente en ese estado y hay quien, como yo, normalmente entiende que una mala mano o una racha negativa es precisamente eso. Si juegas bien y pierdes, le das la mano al rival y santas pascuas. Sin embargo, esta noche no ha sido así.

Me he sentado en una mesa rodeado de jugadores ocasionales. Ciegas de 1 y 2 €, sin límite de apuesta. Entro con lo mínimo permitido (50€) con la idea de doblarlo rápidamente y jugar con más comodidad. Empiezan a entrarme cartas buenas. Buenas no, muy buenas. Cartas con las que, como mínimo, tengo un 70% de llevarme la mano, si no más. Pierdo con KK, AA, AA, AK, QQ, JJ… Todas las parejas altas las pierdo. Son manos en su mayoría que se enfrentan a un as mal acompañado, por lo que solamente debería perder 3 de cada 10. Pero es que en el caso de las dos parejas de ases y viendo la morralla con la que pagaban mis compis de mesa, tenían un 90% de ganar la mano…

He perdido todas las manos. Absolutamente todas. Tal vez haya sido una de las peores jornadas en cuanto a manos, que no en cuanto a pérdidas, dado que me he ido perdiendo 250€ solamente. El error lo he cometido después. Paseito a la habitación y una vez “frío” he encendido el portátil. Me he propuesto recuperar parte de las pérdidas, para lo que he abierto un par de mesas de dinero y me he inscrito a dos campeonatos. Cuatro o cinco mesas no son demasiadas, y ayuda a diversificar los riesgos, minimizado el factor suerte. Estaba tranquilo, o eso creía, hasta que la mala racha ha continuado.

El problema de entrar en Tilt, es que no razonas como debieras. En primer lugar, tiendes a jugar un rango de manos mucho más amplio del habitual. Jugar con cartas peores suele resultar en perder más, y en calentarse más. En segundo lugar, pierdes agresividad. La falta de confianza en tu juego hace que juegues a ciegas: más manos pero peor jugadas. Te olvidas de las cartas del rival. Empiezas a ver fantasmas por todos lados y terminas por desarrollar un juego deplorable. Así pues, tras tres horas en las que he destrozado los resultados de los últimos dos meses, he tenido la suerte de que la conexión 3G se ha ido al garete al igual que el ratón, que mañana trataré de desincrustarlo del radiador donde ha ido a parar.

Una Coca Cola después y tras una ducha con el agua templadita. Sigo bastante mosqueado. Ahora conmigo mismo. Porque para ganar a esto, el autocontrol es fundamental. Hoy he perdido un dinero, que tarde o temprano recuperaré y un ratón que no echaré de menos. Lo que tardaré más en poder olvidar es cómo, por una noche, he vuelto a jugar como un principiante incapaz de controlar sus emociones. Tras escribir estas líneas, creo que podré tratar de irme a la cama. Aun así, sigo con un enfado encima, que tardará un tiempo (el mismo que tardaré en volver a las mesas) en pasar. Hoy me he demostrado lo mucho que me falta para poder considerarme un buen jugador.

jueves, 27 de octubre de 2011

Espera interminable

Sin una solución deseable, me debato entre lo que debería querer y lo que quiero en realidad. Me siento rastrero. Cada vez que el tren cruza un túnel, rezo por que el móvil no recupere la cobertura. Una llamada intrascendente me hace pensar si desconecto o no el teléfono. En la práctica, una vez dentro, lo mismo me da ya hasta llegar. Atocha espera. Estoy cansado, con el estomago un tanto revuelto. Sin la conciencia tranquila.

Este bombero debería desear no tener que ejercer como tal. Después de todo, los daños colaterales son siempre sustanciales. Sin embargo, en su interior un ascua le quema las entrañas. Es un sentimiento casi olvidado. Su mero recuerdo es aterrador. En el fondo es así. Deseo no poder dormir esta noche, pero no puedo dejar de pensar lo que eso significaría. No, ni a mi peor enemigo podría desearle eso. Menos a quien me abrió lo ojos.

Continúo con mi dilema. Felicidades incompatibles. Desisto. Soy como soy y no puedo evitarlo. Quiero cenar solo esta noche, pero no soy capaz de desearlo. Demasiado acostumbrado a dejar de lado mis propias necesidades, pienso que por una vez mi desgracia significará la felicidad de quien se lo merece. Sonrío y, aun confundido, continúo la partida de ajedrez en un móvil que acaba de recibir otro mensaje.

domingo, 23 de octubre de 2011

Missing

La televisión sigue balbuceando y me acaba de despertar. El comedor está helado; parece que el otoño ya se instala. Una vez más me he quedado dormido sin darme cuenta, pero esta vez mi espalda y las lentillas me recuerdan que, como siga con esta costumbre, voy a acabar mal.

Creo que es tarde. Muy tarde. Sobre la mesa dos portatrajes y una pequeña maleta de ruedas a sus pies. El perro del vecino parece lloriquear y por un momento creo que ya es lunes. Mi mente no se ha despertado aún. Busca en lugares lejanos algo familiar pero ajeno, mientras mi cuerpo digiere como puede el madrugón y el viaje que le espera.

Aún falta un día antes de partir a Huelva, donde los fenoles, las parafinas y las acetonas me esperan con los brazos abiertos. Pero yo ya no estoy en Madrid.  Al menos no en el momento presente. Mi hemisferio izquierdo se encuentra en algún punto dentro de quince días. El derecho rezonga en los últimos dos meses. Uno maquina sobre qué será a mi vuelta y el otro se emociona con las sobras del pasado. En medio un vacío que me servirá para distanciarme un poco de mis problemas, pero también del bálsamo que ha estado suavizándolos.

Me despejo. Como siempre las palabras me llegan cuando es demasiado tarde. Inoportunas e innecesarias ya. Estoy apático. Desencantado. Voy a echar de menos muchas cosas: mis rutinas, mi espacio, mis cosas… Pero es poder utilizar mi laúd ante quien sabe apreciarlo como nadie, lo que más añoraré.

Son solo dos semanas. Pero a mí ahora me parece un mundo.




In a way, its all a matter of time
I will not worry for you
You'll be just fine
Take my thoughts with you
And when you look behind
You will surely see a face that you recognize
You're not alone
I'll wait till the end of time
Open your mind, surely its plain to see
You're not alone
I'll wait till the end of time for you
Open your mind, surely its time to be with me
It is the distance that makes life a little hard
Two minds that once were close, now so many miles apart
I will not falter though, I'll hold on till you're home
Safely back where you belong
And see how our love has grown

martes, 18 de octubre de 2011

Carpe Diem

Vuelta a esta bipolaridad en la que parece que últimamente me muevo. Ayer, hundido apaleado y humillado. Un día para olvidar. En el trabajo, tras dos meses para olvidar me dejaban claro cuánto contaban conmigo y el boyante futuro que me guardan… Con un epílogo a tener en cuenta.

Hoy la euforia vuelve a llamar a mi puerta. No he dormido más de tres horas y no lo echo de menos.  Me vuelvo a sentir útil. Útil para quien en realidad se lo merezca. Para esas personas que saben apreciar el esfuerzo ajeno. Me siento feliz. Feliz sin motivo, que es cuando más se puede disfrutar de este efímero sentimiento. Mañana, ya veremos cómo nos levantamos, pero de momento será difícil que me borren esta sonrisa de la cara. En una hora saldré por la puerta de la oficina con la intención de saborear hasta el último minuto del día de hoy. Por lo que pueda traernos el futuro.

Sigo necesitando esas vacaciones, pero de momento la tempestad aminora y parece que escampa. Me propongo para esta semana dejar de centrarme en mí y tratar de facilitarle a quienes me rodean un poquito su existencia. Intentar compartir esta euforia entre los que la consideren valiosa. Y como premio, sacaremos la tarjeta a pasear.

lunes, 17 de octubre de 2011

Hecho Polvo

La cabeza me da vueltas y el cuerpo no me responde. Raspo la almohada con la cara y el sonido se me clava en los oídos. La claridad señala media tarde, pero el cansancio refleja pocas horas de sueño. Cierro los ojos y revivo una a una las jugadas de anoche. Mi voluble memoria, desgraciadamente es capaz de retener hasta el más mínimo detalle cuando de cartas se refiere. Una a una, vuelvo a jugar en mi cabeza cada una de las manos. Analizo gazapos, reviso movimientos, tomo otras decisiones…

Me giro en la cama. Vacía, como siempre. El lado izquierdo frío, gélido. El despertador marca las 17:30, son la cuatro y media. Conozco su desfase, por lo que creo innecesario ponerlo en hora. Doy otra vuelta en la cama y rezongo un poco más. No tengo hambre. No tengo sueño. No siento prácticamente nada. Emocionalmente soy un ordenador que está revisando el juego practicado. Pocos errores de bulto. Poca creatividad ante la falta de cartas. Un juego gris para una noche gris. Es la justicia de esta actividad: no hay segundas oportunidades.

La garganta me arde. Sobar unas fichas que han pasado por las manos de miles de personas en otoño es toda una garantía de un buen trancazo. Cada vez que visito el servicio en el casino, me prometo jugar con guantes de látex. Cuando jugueteo con las fichas los relieves me lo confirman. Dinero sucio. Tal cual. Media tarde y el móvil suena. Espero una agradable sorpresa y me encuentro a mi jefa. Hay quien no comprende lo que significa un domingo. No sé que me cuenta. La oigo pero no escucho nada. Mi cabeza sigue en el limbo.

Me voy a la ducha, pero preparo un baño. Preparo algo de ropa, pero me decanto por una camiseta vieja. Cojo la maquinilla pero decido no afeitarme. Mi imagen es reflejo de mi estado. Parezco un náufrago desorientado, flotando en mitad del mar. Cruel mar. Vuelvo en mí, para recordar que el trabajo me espera. Una larga noche, dos cuentas de resultados que reportar. Trabajo insulso, monótono, falto de cualquier interés. Es una condena la responsabilidad. ¿Por qué no me desentiendo? No puedo.

Me bajo a la Vaguada. No me encuentro con ánimos de cocinar así que me decanto por aprovisionarme de víveres manufacturados. La feria está en su apogeo. A media noche los fuegos artificiales convertirán en calabaza a la carroza, pero de momento las luces parpadean y la gente fluye entre las atracciones. Vuelvo a evadirme. Rememoro mi infancia. La ausencia de preocupaciones y de exigencias. Paseo por la feria. Me siento feliz de nuevo. Vuelvo al presente y unas líneas vienen a mi dolorida cabeza. También es posible ser feliz pasados los treinta. Es distinto, pero también se disfruta. La luna brilla preciosa sobre los tejados y la gente parece entretenida. Necesito hablar con alguien pero solo consigo un buzón de voz. Recojo una ensalada y un sándwich en el VIPS y vuelvo a mi presidio.

Mi Ángel me ha dicho que me tome unas vacaciones, mi Musa opina del mismo modo. Por dinero y por cariño cada uno no me va a fallar en los consejos. Creo que tendré que hacerles caso. Ahora no, pero tal vez pronto: sin teléfono, sin ordenador, sin nada y, desgraciadamente sin nadie. Necesito tumbarme frente a la chimenea en mi amada Galicia y mimarme como solo sé hacerlo yo. No es solución, al final, siempre tendremos que regresar a nuestra rutina diaria, pero un permiso puede hacer más llevadera esta cadena perpetua.

martes, 11 de octubre de 2011

Entre trovadores y cruzados

Estaba pensando en lo poco que parecen haber influido las mujeres en la historia y en el arquetipo de princesita y príncipe azul cuando ha venido a mi memoria una mujer nacida en Poitiers y que en mi opinión fue la más importante del siglo XII y una de las más influyentes de la historia de la humanidad.

Su abuelo, duque de Aquitania, se consideró el primer trovador francés. Hasta entonces, eran los juglares quienes cantaban las gestas épicas y los cantares románticos, artistas populares que vagaban de un pueblo a otro, mientras los trovadores, estaban formados por la flor y nata de la aristocracia y sustituían las plazas de los pueblos por las cortes y castillos europeos.

Fue la mayor de tres hermanos y desde pequeña recibió la mejor instrucción en filosofía, bellas artes, música e idiomas, pero a los quince años quedó huérfana, muriendo su padre, su madre y su hermano. Leonor, la nueva duquesa, se ponía al frente de una casa que poseía un tercio del territorio francés y más riquezas que la propia monarquía gala.

Madre de poetisas, príncipes, reyes y santos. Reina de Francia y de Inglaterra, casada y divorciada. Para unos una ramera que pasaba de cama en cama con miles de amantes. Para otros una protectora de la cultura y el arte cuyos ecos nos llegan hoy en día.

Dirigió Inglaterra pese a su marido, encabezó una cruzada y creó una espléndida corte en Poitiers donde recrearía el ideal del amor cortés inspirado por su abuelo. Estableció protocolos originales para potenciar la caballerosidad galante. Chrétien de Troyes o André Le Chapelain desarrollaron gran parte de su obra bajo la batuta de esta inigualable mujer. Muchos otros bardos, juglares y trovadores se acercaban a su corte para ensalzar el idioma del cortejo y a retarse en competiciones de justas poéticas. Allí renació desde las tradiciones celtas recopiladas el ciclo artúrico con su Ginebra, los caballeros y Merlín.

Encarcelada por traidora sobreviviría a su hijo Ricardo, el del corazón de león, para alzar en el trono a su otro hijo, Juan. Reinó, regentó, confabuló e inspiró a todas las generaciones venideras. Finalmente se retiró rodeada de su corte de artistas e intelectuales a Fontevrault donde murió a los 82 años sin haber perdido un solo diente. Una mujer que luchó por sus ideales y logró casi todos sus sueños, en una época mucho más complicada que la presente.


“Quiero deciros que ya no menciono vuestro nombre. Que ya no soy vuestro, que soy otro hombre. Pero mi boca os evita, y mi pensamiento no acude a la cita, pero ¿de qué fueron hechos mis sentidos? Con qué material confeccionaron mis oídos porque siempre oigo vuestra voz, y aunque mi alma os añore, mi piel siempre evoca algo de vos”

Guillermo IX de Aquitania.

domingo, 9 de octubre de 2011

Un poquito de música

Hoy a huevo me lo han puesto. Después de una noche toledana con fiebre, bailando de la cama al baño y del baño a la cama, no tenía la cabeza para mucho pensar. Por ello, creo que dedicaré una canción a quien quiera hacerla suya, porque no todas las princesas sois iguales...


Espero que la disfrutéis, hasta que los de la SGAE me cierren el blog.

viernes, 7 de octubre de 2011

Calentando motores

Empezamos la preparación. La cuenta atrás ha comenzado. A seis días, se impone una cura de descanso y una puesta a punto de un cuerpo y una mente que no llegan en su mejor momento del año. Sí, lo confieso. Llevo una doble vida. Subsisto con un sueldo lamentable en una empresa-ministerio y puedo permitirme mis lujos gracias a esta vida oculta y nocturna.


El jueves empieza en Madrid el CEP. Un torneo importante pero de segunda fila con una estructura que hace que cada vez lo jueguen menos profesionales. El coste de la entrada rondando los 700 € tampoco lo hace demasiado accesible para el jugador ocasional. A muchos no les dirá nada esto. Pero si digo que se juega con una baraja de cincuenta y dos cartas, que existen multitud de modalidades y que muchos aseguran ganar y nadie reconoce perder (y no es política), a lo mejor nos vamos haciendo a la idea: es el póquer.

El Campeonato de España de Poker, es una liga de varias etapas, el año pasado jugué patrocinado la de Alicante. Este año, si nadie lo impide, apoquinaré la entrada de mi bolsillo y veremos cómo se nos da el de Madrid. No tengo muchas expectativas, aunque viendo el año que llevo, a lo mejor logro otra sorpresilla interesante.

Para lograr hacer un buen torneo es necesario estar descansado. Concentrado y tranquilo. Paciente. Despierto y en un estado de forma aceptable. Hoy no aprobaría en ninguna de ellas, pero tengo una semana, con un festivo de por medio para lograrlo.

Lo que está claro que de momento se acabó jugar online. Empezaremos a dormir nueve horitas y si mi tobillo lo permite comenzaremos a trotar un poco (preparando de paso la San Silvestre). Lectura, trabajar poco y retomar las visitas al spa y a las fisios del gimnasio son de obligado cumplimiento. El jueves tenemos que estar con las pilas a tope.


Algunas de mis entradas al blog girarán entorno a esta afición. Supongo que a muchos no les atraerá lo más mínimo y les pido disculpas por adelantado. Otros pensarán que mis referencias gastronómicas son lamentables, que mis lloradas sentimentaloides son enfermizas y que irse al monte de madrugada con un chisme de quince kilos para pasar frío y sacar fotos es una estupidez.

A quien esté dispuesto a darle una oportunidad, espero poder acercarle un mundo muy distinto del que muchos piensan y, quien sabe si con el tiempo, lograr que les pique el gusanillo. Por lo pronto, si este jueves alguien se acerca por Torrelodones, es posible que se tropiece con un chico con pinta de pijín despistado, con cara de no haber roto un plato en su vida.

Calabazas

Iba a empezar una entrada de actualidad y lo primero que me ha venido a la mente ha sido la boda del siglo de esta semana. Tratándose más bien de una película de Tim Burton y pretendiendo no ahondar en la autoestima de la pareja, Decidí dejar a doña Cayetana y a Alfonso Díez, El Sabio, tranquilos en su luna de miel.

Por tanto había preparado unas líneas sobre la desaparición del cerebro y fundador de la compañía de la manzana y de cómo por mucho dinero que se tenga, al final la parca te visita cuando quiere, y no se parece precisamente a Joe Black. Sin embargo, también he preferido dejarlo de momento.

Dado que hoy esperaba dos citas muy distintas, pero ambas de importancia, he preferido centrarme en esto, que para la actualidad nos sobra con los periódicos. Por un lado este tenía que hablar con una persona completamente desconocida, de cara a un posible cambio interesante en mi vida profesional. Por otro lado esperaba encontrarme con otra persona mucho más preciada con el fin de echarnos unas risas y animarla, por si lo necesitara un poco.

Con la primera, tenía que concertar cita a una hora en la que escaquearme no causara sospechas. Tras ocho intentos sin éxito y toda la mañana perdida, me planto en su despacho para que su secretaria me indique que no tienen ni idea de dónde, ni con quién está reunido, pero que el viernes seguro que se pasa en algún momento por su despacho. Con todo, me olvido que tenía cita con el médico de empresa a esa misma hora, y que tengo menos de media hora para recorrerme medio Madrid en hora punta.

Llego tarde a un curso que lo mejor que tiene es que mañana termina (y también el vecindario). Dos semanas perdidas tratando de no dormirme. Planifico una cita potencial con la otra persona a la que no me he ni molestado en llamar; ¿para qué? si es la única persona con una agenda más complicada que la mía. Por supuesto quedar ha sido imposible y estoy un tanto preocupado, aun a sabiendas de que está en las mejores manos posibles.

Las nueve y cuarto y el día habría podido considerarse un perfecto desastre. Pero antes de irme a casa a lamerme las heridas en soledad, siguiendo mi faceta más femenina decidí consolarme con mi amigo Oriol Balaguer. La foto lo dice todo. No soy dulceiro, salvo por mi pasión por el chocolate. Puede que prefiera amantes belgas o barceloneses (el Borne con su Bubó siempre tendrá un pedacito de mi corazón), pero la tarta de chocolate de esta chocolatería ha me ha llevado de la mano de Juliette Binoche a algún pueblecito de la campiña francesa.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Momentos

Madrid está durmiendo y mi casa cobra vida. Una vez más llega la madrugada y comienzo a activarme. Poco a poco el agotamiento de la jornada va desapareciendo. La mente comienza a despejarse. La lucidez vuelve a mí y necesito aprovechar la inspiración, hasta que mañana, cuando suene el despertador, vuelva a ser un espectro que se arrastra a la luz del día. Soy noctámbulo.

Enciendo el ordenador. El vaho se escapa del baño y se mezcla con el olor a plancha. Desde la habitación del ordenador se puede oír el reloj de la cocina. Las habitaciones están vacías. Silencio y soledad. Tranquilidad y calma. Empiezo a divagar. Un crujido. Escribo lo primero que se me pasa por la cabeza. Saboreo el momento agridulce. A veces insoportable, otras evocador. Solo hay una palabra que lo describa: saudade.

La añoranza. Añoranza por lo que fue, por lo que se tuvo, por lo que se disfrutó… Nostalgia por momentos vividos que me resisto a dejar olvidar, pero sin el ansia por volverlos a vivir. Rememoro la alegría ausente, y con la certeza de que no se repetirá, saboreo el pasado olvidando, el resto. Me entrego a los brazos de ella: “bem que se padeçe y mal que se gosta”.

La soledad puede doler o se puede disfrutar languideciendo en brazos de la melancolía. Recuerdos. Personas. Qué difícil puede llegar a ser expresarse. Saudade es no saber; no querer saber y a la vez querer.

martes, 4 de octubre de 2011

Sobre la marcha

Agotado y sin mi esperado recreo nocturno que hacía de mi destierro temporal al barrio de Malasaña una bendición, esta noche se planteaba como una oportunidad para practicar el sueño en todas sus disciplinas. Sin embargo después de catorce horas sentado, el corazón pide cosas, que la cabeza no comprende.

Necesitado de mimos y una buena charla recordé el fresco olor del cilantro y del cardamomo, el fragante azafrán, la canela, el comino y la nuez moscada. El afrutado sabor del jengibre y la calidez de quien siempre me ha hecho considerar su local en Ortega y Gasset como mi segunda casa.

Mi confesor, un viejo compañero de batallas, no dudó en tratar de remediar un día que desde el mismo lunes se adivinaba traicionero. Quedamos a las once y media, ventajas de quien es habitual, y sin reserva nos prepararon una mesita apartada del barullo de un local siempre abarrotado.

Nadeem, siempre tan agradable, tras saludarnos rechazó todas mis disculpas por la hora a la que llegábamos y nos hizo sus recomendaciones. Mi amigo delegó su comanda a mi criterio, por asiduo, y yo me decanté por lo seguro dadas las horas. Éramos solo dos y no procedía una extensa muestra de los asados y curries del local. En su lugar y como entrantes pedimos unas exquisitas samosas y, en honor del mejor tandoori que he probado nunca fuera de India, un plato mixto de pollo y cordero asados al tandur. Después un suave curry de pollo con una salsa de yogur, tomate y cilantro junto con el exquisito curry de lentejas y espinacas especialidad de la casa. Todo ello suavizado con un poco de arroz pulau y del delicioso naan que también preparan en el tandoor.

Tan deliciosa cena amansó mi fiera con su suave picante y mi caro amigo remató la faena con destreza. Desde los papadum de entrada hasta el delicioso lassi con el que cerramos la velada escuchó pacientemente mi letanía sin casi decir palabra. Hablamos de amistades inesperadas y traiciones sorprendentes. De lo azaroso de la vida y de cómo extraerle hasta la última gota de esencia. De la ética y la estética; de lo bueno y de lo malo, de locuras, de sueños…

Durante el paseo de vuelta al coche, mis problemas eran una sombra del pasado. Veintinueve años, mucho tiempo de amistad. Y ahora, desde estas líneas solo puedo agradecerle haber podido contar con su apoyo durante todo este tiempo. Felicidades por tu incipiente paternidad. Después de tantos sustos y disgustos la tenéis bien merecida, y nos habéis recordado lo que realmente es un problema y lo que no dejan de ser pequeños inconvenientes.

sábado, 1 de octubre de 2011

Una nueva etapa

La vida da muchas vueltas y algunas del todo sorprendentes. Hace un mes me crucé con una persona de una forma un tanto inusual, aunque más extraño fue el efecto que tuvo sobre mí: hizo que me replanteara el modo en el que estaba dirigiendo mi vida. Esta persona ha sido la responsable de que me haya decidido a emprender una nueva aventura literaria a través de esta página y que me proponga, sin ser nochevieja, mantenerla actualizado con una periodicidad aceptable.


Espero que no le moleste que le haga una mala competencia, pero he recordado que una gran forma de reflexionar sobre las vivencias es parar diez minutos en la vida y tratar de ponerlo por escrito. Aquí trataré los temas más diversos, desde un punto de vista diferente, el mío. Contaré mis hazañas, desahogaré mis penas y ensalzaré las muchas satisfacciones que espero que continúe dándome la vida. Y todo esto, deseando que sea del interés de alguien.

Los que quieran disfrutar de bitácoras de mayor calidad, pueden visitar los enlaces que espero ir actualizando a la derecha de estas líneas. Quienes tengan vocación de almas caritativas, están invitados a colaborar, sugiriendo cualquier tipo de corrección o mejora en el diseño, contenido y contintente de este vuestro blog.