No se cansará de esperarte, aquel que no se canse de mirarte.

domingo, 8 de enero de 2012

Agradecimiento a dos grandes amigos

Me encuentro en la cama. Con fiebre alta y un dolor de cabeza considerable. Con la garganta en carne viva y unos dolores musculares que me recuerdan algunas gripes que he tenido el gusto de sufrir. Aun así, necesito mi dosis de escritura. Sobre todo ahora que estoy por un tiempo de vuelta en casa.

En este mundo nos cruzamos con gentes muy diferentes que, sin que nos demos cuenta, nos van influyendo y cambian nuestra forma de relacionarnos con los demás. Muchas aparecen en nuestras vidas de repente. Otras, están ahí sin que nos demos cuenta y, un día cualquiera, descubrimos lo mucho que nos han marcado. Esta situación no siempre es para bien. Hay personas que, llamémoslas tóxicas, parece que nos absorbieran la energía. Son gentes que no nos aportan nada y que además suponen un lastre. No es de las que quiero ocuparme. Me interesan las otras: aquellas que se han ganado un hueco en nuestro corazón.

Ante todo, quisiera pedir disculpas por la redacción, dado que me está costando un poco articular las palabras. Pero hay cosas que se deben hacer en un momento determinado o no hacerlo. Ahora quisiera dedicar esta entrada a dos personas que, cada una, representan un ejemplo de los que he comentado en el párrafo anterior.

La primera es una persona que lleva la friolera de treinta años junto a mí. Alguien sencillo, nada pretencioso, encantador y que sé que en cualquier momento podría dejar mi vida en sus manos sin dudarlo porque iba a cuidarla como si fuese la propia. Es lo más positivo que conozco. Alguien con quien da gusto hacer cualquier cosa porque, por simple y tonta que sea, siempre parece encontrarle algo especial que, además comparte con los que están a su alrededor. Hubo un tiempo en el que por motivos de estudio nos distanciamos bastante. Afortunadamente nada que la buena voluntad no pudiera remediar. Es la única persona que sabe todo de mi vida. Absolutamente todo y sin ninguna distorsión. De hecho es la única persona que sabe de la existencia de la otra a la que también le quiero dar las gracias de un modo especial. Tal vez la única persona en la que tengo una confianza ciega, a la que admiro y de la que me gustaría copiar el carácter. Hoy disfruta de un momento especial en su vida, que espero que aproveche como hace con todo lo demás.

De la segunda no sabía nada el verano pasado. Mucho más exótica. Refinada y elegante. Alguien que se suponía que no debería haber conocido nunca pero que, por motivos que no vienen al caso, descubrí una cálida tarde de agosto. Un torbellino fruto de su juventud. Una visión apasionada del optimismo. Es quien me ha hecho recuperar la fe en el ser humano y a quien considero ya como la hermana pequeña que una vez tuve. Una persona que me ha despertado y me ha hecho ver cómo a veces nos equivocamos de camino y nos emperramos en ir hacia atrás. Además, en el caso de esta persona, se da la circunstancia de que no está pasando por su mejor momento y que siento como si no pudiera ayudarla todo lo que quisiera, tanto por la distancia, como porque desgraciadamente hay muchas cosas que quedan fuera de nuestro alcance. Aun así, querría que supiera que no hay día en el que no la tenga en mi mente y que sus dificultades hace tiempo que han pasado a ser también las mías, porque entre varios, las cargas son más fáciles de sobrellevar.

El primero un diamante en bruto, la segunda una amatista engarzada. Sencillez y refinamiento: dos caras de una misma moneda, la de una amistad que creo no merecer pero de la que estoy tan orgulloso como contento. Ambos me hacen, cada uno a su manera, sentirme una persona especial y muy afortunada. Y a ellos dos les dedico esta entrada antes de meterme en cama con un tembleque del copón.

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