No se cansará de esperarte, aquel que no se canse de mirarte.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Vuelta a casa

El frío comienza a retirarse tras una semana campando a sus anchas. El vapor impregna de vaho los cristales y el calor retorna a mi morada. Un movimiento de pierna y el agua me quema. La cabeza empapa una mullida toalla en una bañera que la espuma ya ha abandonado. En el aire bailan el olor de las sales y el humo de unas velas, arrastrando a una mente soñadora que danza al son de recuerdos olvidados.

Todo viaje termina. Los pies doloridos y el cuerpo agotado. Conforme mis músculos se destensan con el calor, mi cerebro alcanza un estado de clarividencia en el que presente, pasado y futuro se entremezclan en paisajes por descubrir, con gentes aún desconocidas y las experiencias de todos estos años. El polvo del camino se hunde. Las heridas recibidas sanan una vez limpias y la sangre se disuelve en un baño purificante. Aprendemos a cuidarnos más, a protegernos mejor, a ser más cuidadosos. Viajar ayuda a madurar. Enseña las mejores lecciones. Te vuelve más sabio. Ahora hay que dejar reposar las vivencias.

Mis galas descansan junto al lavabo. Esta noche siento nostalgia de ti, fantasma de la Ciudad Eterna. De ti, que desamparado te dejé escapar y con el que esta noche pretendo revivir una parte de mi pasado. Una mesa reservada que aún la puedo aprovechar. Si fue entonces a la salida del Real, con La Traviata como invitada, es ahora cuando le pido a mi dama de las camelias que me acoja esta noche en sus brazos y recordemos lo que una vez fue y no será, entre Suspiro y Suspiro. Mañana mis pasos me llevarán a lugares lejanos, pero hoy me debo a alguien muy especial. El timbre suena y sé que es ella, quien fue mi reina de corazones.

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