No se cansará de esperarte, aquel que no se canse de mirarte.

viernes, 7 de octubre de 2011

Calabazas

Iba a empezar una entrada de actualidad y lo primero que me ha venido a la mente ha sido la boda del siglo de esta semana. Tratándose más bien de una película de Tim Burton y pretendiendo no ahondar en la autoestima de la pareja, Decidí dejar a doña Cayetana y a Alfonso Díez, El Sabio, tranquilos en su luna de miel.

Por tanto había preparado unas líneas sobre la desaparición del cerebro y fundador de la compañía de la manzana y de cómo por mucho dinero que se tenga, al final la parca te visita cuando quiere, y no se parece precisamente a Joe Black. Sin embargo, también he preferido dejarlo de momento.

Dado que hoy esperaba dos citas muy distintas, pero ambas de importancia, he preferido centrarme en esto, que para la actualidad nos sobra con los periódicos. Por un lado este tenía que hablar con una persona completamente desconocida, de cara a un posible cambio interesante en mi vida profesional. Por otro lado esperaba encontrarme con otra persona mucho más preciada con el fin de echarnos unas risas y animarla, por si lo necesitara un poco.

Con la primera, tenía que concertar cita a una hora en la que escaquearme no causara sospechas. Tras ocho intentos sin éxito y toda la mañana perdida, me planto en su despacho para que su secretaria me indique que no tienen ni idea de dónde, ni con quién está reunido, pero que el viernes seguro que se pasa en algún momento por su despacho. Con todo, me olvido que tenía cita con el médico de empresa a esa misma hora, y que tengo menos de media hora para recorrerme medio Madrid en hora punta.

Llego tarde a un curso que lo mejor que tiene es que mañana termina (y también el vecindario). Dos semanas perdidas tratando de no dormirme. Planifico una cita potencial con la otra persona a la que no me he ni molestado en llamar; ¿para qué? si es la única persona con una agenda más complicada que la mía. Por supuesto quedar ha sido imposible y estoy un tanto preocupado, aun a sabiendas de que está en las mejores manos posibles.

Las nueve y cuarto y el día habría podido considerarse un perfecto desastre. Pero antes de irme a casa a lamerme las heridas en soledad, siguiendo mi faceta más femenina decidí consolarme con mi amigo Oriol Balaguer. La foto lo dice todo. No soy dulceiro, salvo por mi pasión por el chocolate. Puede que prefiera amantes belgas o barceloneses (el Borne con su Bubó siempre tendrá un pedacito de mi corazón), pero la tarta de chocolate de esta chocolatería ha me ha llevado de la mano de Juliette Binoche a algún pueblecito de la campiña francesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Publicar Comentario